Cada cuatro años, el mundo se reúne para uno de los eventos más ansiados por todos: los Juegos Olímpicos. Atletas de múltiples disciplinas compiten en la búsqueda de alcanzar uno de los más grandes anhelos de cualquier profesional. Para los aficionados son el motivo perfecto para sentarse horas frente a la tele y ver competencias que por lo general no seguirían, pero siendo los Juegos Olímpicos es la excusa perfecta por la que vale la pena verlos todos.
Hay algo más en los Juegos Olímpicos que muy pocos eventos tienen. Más allá de la competitividad, la rivalidad y la intensidad que existe en cada una de las pruebas, éstas sacan lo mejor de cada uno de los atletas. Ya sea una muestra de solidaridad, un acto de compañerismo, el lado humano que muchas veces olvidamos de los deportistas o una demostración de que son más que solo deportes. Los Juegos Olímpicos revelan quienes realmente son los mejores deportistas del mundo, y no necesariamente por conseguir una medalla.
El Comité Olímpico Internacional (COI) estable el marco bajo el cual se debe celebrar cada una de las ediciones de los Juegos Olímpicos en la Carta Olímpica. Entre otras cosas, esta carta “fija y recuerda los principios fundamentales y los valores esenciales del Olimpismo”. Es decir, en ella se plantean la mentalidad bajo la cual el COI busca y espera que se lleven a cabo los eventos de competencia y se desempeñen cada uno de los atletas, delegaciones y participantes.
La verdadera esencia y el principal objetivo de cada edición de los Juegos Olímpicos gira en torno a estos principios y valores. Es a través de ellos donde se demuestra y resalta que este es un evento que va más allá de los deportes, que los atletas son más que profesionales de sus disciplinas y que la competencia deportiva no es sinónimo de rivalidad o enemistad, sino de unión y armonía entre quienes la hacen posible. Tokio 2020 nos regaló momentos en los que realmente pudimos apreciar y gozar lo significa el Olimpismo a través de sus protagonistas, y estos son algunos de ellos.
Simone Biles recordó la importancia de la salud mental
La gimnasta estadounidense llegó a Tokio 2020 como la absoluta favorita en su disciplina, para algunos incluso como la reina de esta edición y la mejor de la historia, después de que en Río 2016 consiguió el récord de ganar cuatro medallas de oro. En los cinco años siguientes siguió dominando las competencias en las que participaba; incluso, logró cosas que nade antes había hecho en gimnasia, como un triple-doble salto en los campeonatos nacionales de Estados Unidos en 2019.
Biles sorprendió a todos cuando anunció que no participaría en la final por equipos . Inicialmente se anunció que se debía a una lesión, pero de inmediato surgió un audio en el que le decía a una de sus entrenadoras “no puedo subir ahí -la plataforma-“. La estadounidense empezó a ser cuestionada sobre si su abandono había sido por un mal manejo de ansiedad y presión. Fue entonces que ella misma salió y aceptó que el verdadero motivo de su salida estaba relacionado con su salud mental. “Simplemente no quería seguir. Tengo que concentrarme en mi salud mental”, dijo a los medios.
En sus primeras declaraciones, comentó que era un tema que creía había tomado más relevancia en los deportes últimamente, y para ella era importante proteger su mente y su cuerpo, en vez de “solo salir y hacer lo que el mundo quiere”. Reconoció que en el momento sentía que ya no confiaba tanto en sí misma, y en un deporte como el suyo no quería correr el riesgo de cometer un error y lastimarse.
Aunque fue cuestionada por algunos medios y deportistas, en los días siguientes recibió el apoyo de otros deportistas y altos mandatarios, quienes respaldaron y aplaudieron su decisión. Michael Phelps dijo a NBC: “cargamos un gran peso sobre nuestros hombros, y es un desafío cuando estamos en la mira y nos echan encima todas las expectativas”, a la par de reconocer su propia lucha contra problemas de salud mental y por pedir ayuda. La Organización de Gimnasia de Estados Unidos expresó su apoyo y aplaudió su valentía en un comunicado en el que se leía “su coraje demuestra, una vez más, por qué es un ejemplo a seguir por tantos”.
Aunque Simone finalmente compitió en viga y obtuvo la medalla de bronce, insistió en resaltar la importancia del tema. “Hay que poner la salud mental en primer lugar, porque si no lo haces, no disfrutarás de tu deporte y no tendrás tanto éxito como quisieras”, dijo a los medios en Tokio. Además, reflexionó sobre su experiencia y declaró que lo tomaría como un aprendizaje, uno que incluso podría serlo para muchos más y así llamar más la atención a la importancia de la salud mental ya que “es algo por lo que la gente pasa a menudo y que se esconde bajo la alfombra”.
Días antes de participar en la prueba de viga y conseguir la medalla de bronce, la gimnasta escribió en redes sociales “Las muestras de amor y apoyo que he recibido me ha hecho darme cuenta de que soy más que mis logros y gimnasia lo cual nunca antes había creído”.
Italia y Qatar demostraron que ser el mejor no significa ser el único
En la final de salto de altura, Mutaz Essa Barshim de Qatar y Gianmarco Tamberi de Italia dieron una de las más grandes muestras de deportividad y compañerismo en la historia de los Juegos Olímpicos. En una de las pruebas más exigentes y asombrosas del atletismo, dieron un motivo más para amar el deporte y apreciar el espíritu de competencia que rigió la edición de Tokio 2020.
Después de más de dos horas de competencia, el qatarí y el italiano estaban empatados tras haber registrado un máximo salto de 2.37 metros. Tamberi fue el último en saltar en búsqueda de lograr la marca de 2.39 metros y tras fallar en el intento se acercó con Barshim para abrazarse en un momento en el que ambos reconocieron mutuamente el esfuerzo que habían hecho.
Fue entonces que el juez de la competencia se acercó con ambos para plantear las alternativas para la competencia. Aunque inicialmente les comentó que podían continuar con la competencia, Barshim lo interrumpió para preguntarle “¿pueden haber dos oros?”, a lo que el juez respondió “es posible, dependiendo si lo deciden ustedes”. Para la última parte de esta oración el qatarí ya se había volteado con su rival, y ambos se respondieron con la mirada.
Con las manos extendidas en reconocimiento de la victoria mutua, Mutaz Essa Barshim le dijo “Historia amigo mío, campeones olímpicos”, al mismo tiempo en que Gianmarco Tamberi brincó hacia él y soltó un efusivo grito de celebración. El video rápidamente le dio la vuelta al mundo y se convirtió en uno de los momentos más memorables y emotivos con los que nos dejó Tokio 2020.
Los deportes como espacios de inclusión
En los últimos años se ha resaltado mucho los esfuerzos y las luchas por parte de los miembros de la comunidad LGBTQ+ en búsqueda de la igualdad, la inclusión y la no discriminación ante la orientación y preferencia sexual de las personas. Las competencias deportivas son uno de los espacios en los que mucho se ha hablado del tema y a través de los cuales varios atletas han aprovechado la oportunidad de compartir su testimonio con el mundo.
Dos de los ejemplos más destacados recientemente son la futbolista estadounidense Megan Rapinoe y el clavadista británico Thomas Daley. Ambos se declararon abiertamente homosexuales en 2012 y 2014, respectivamente, y han sido defensores de organizaciones y activistas en favor de los derechos LGBTQ+ además de grandes ejemplos y motivadores para muchos atletas y personas en el mundo. Sin embargo, su situación es diferente a la que protagonizaron otras dos atletas en Tokio 2020.
La neozelandeza Laurel Hubbard y la canadiense Quinn hicieron historiaal convertirse en las primeras mujeres transgénero en participar en unos Juegos Olímpicos. A pesar de que la situación provocó controversia por parte de algunos medios y altos representantes de organizaciones deportivas en el mundo, su participación está respaldada por el cambio a las regulaciones que el COI aprobó en 2015. Dicha modificación permite a atletas transgénero participar en la categoría femenil siempre y cuando su nivel de testosterona se mantenga por debajo de cierto valor durante un determinado periodo de tiempo.
Hubbard fue la primera mujer seleccionada por el Comité Olímpico de cualquier país al calificar en la prueba de halterofilia y cumplir los requerimientos para formar parte de la delegación de su país. Ella también fue quien enfrentó mayor oposición y critica hacia su participación debido a que se cuestionó si tendría una ventaja sobre las demás participantes. Lamentablemente su participación en Tokio 2020 fue breve ya que falló sus tres intentos de arranque y quedó eliminada. Pero esto no la privó de retirarse de la plataforma con la cabeza inclinada en gesto de agradecimiento y, posteriormente, compartir su agradecimiento con sus seguidores “por todo el amor y el aliento” y con el COI en referencia al cambio en las reglas que le permitieron competir.
Quinn tuvo un desenlace más alegre ya que se convirtió en la primer deportista abiertamente transgénero no binario en conseguir una medalla olímpica después de que Canadá consiguiera el oro en la disciplina de futbol. La mediocampista de 25 años debutó en 2014 con la selección canadiense y desde entonces ha construido una larga trayectoria con el equipo. En Río 2016 ya había conseguido una medalla al conseguir el tercer lugar, pero en ese entonces aún no se había declarado transgénero. En 2020 reconoció que una de las razones por las que optó por compartir su decisión con el mundo fue el estar cansada de ser maltratada y porque “quería ser auténtica en todas las esferas de mi vida”, siendo el espacio público una de ellas.
El esfuerzo y la gloria en Tokio 2020 no tienen edad
Convertirse en un atleta de alto rendimiento y participar en unos Juegos Olímpicos no es cosa sencilla. El trabajo, esfuerzo y sacrificio es realmente algo que admirar y reconocer de cada uno de los participantes. Una de las sorpresas más grandes que nos dejó Tokio 2020 fue la edad de muchos de los competidores e, incluso, ahora campeones olímpicos.
A los pocos días de empezar esta edición de Juegos Olímpicos no solo la prueba de skateboarding estaba haciendo su debut, sino también varios de los competidores en ella. Por si esto no fuese suficiente para llamar la atención del mundo, el podio de ganadores sin duda lo hizo. En él estaban paradas tres adolescentes que no superaban los 16 años de edad.
La ganadora, Momiji Nishiya de Japón, se convirtió en una de las medallistas de oro más jóvenes de la historia con apenas 13 años, mientras que Rayssa Leal de Brasil se convirtió en la ganadora de una medalla más joven en la historia de su país con la misma edad. El podio lo completó la local Funa Nakayama, quien era únicamente tres años mayor que sus rivales.
Estas jóvenes fueron apenas las primeras en sorprender al mundo con su habilidad y profesionalismo. Unos días después, Quan Hong Chan clavadista china de 14 años dejó atónitos a todos quienes la vieron en la prueba de plataforma de 10 metros. Consiguió la medalla de oro y venció al resto de sus rivales de forma contundente al recibir, en dos de sus cinco clavados, una calificación perfecta de 10 por parte de los siete jueces. Esto, además, le valió para establecer un nuevo récord olímpico con un puntaje de 466.20.
La emotividad de este momento incrementó considerablemente aún más durante las entrevistas posteriores a la competencia. La joven china compartió la emotiva historia detrás de su motivación para conseguir la medalla. Su victoria estaba dedicada a su madre ya que sufre de una grave enfermedad que le fue provocada por un accidente automovilístico. Toda su familia se ha esforzado en aportar para su recuperación, y Quan no quiere quedarse atrás. “Quiero ganar suficiente dinero para mantenerla”, djio en conferencia de prensa, a lo que continuó explicando que para ello “escucho a mi entrenador con mucha atención y sigo sus instrucciones con mucho cuidado”, conquistando a todos los presentes y quienes escucharon esta respuesta.
El espíritu deportivo es más que obtener la victoria
La tercera semifinal de los 800 metros nos regaló uno de los momentos que mejor ejemplifica el espíritu de competitividad y compañerismo que rige los Juegos Olímpicos. El estadounidense Isaiah Jewett y el botsuano Nijel Amos protagonizaron un accidente que después se viralizó y convirtió en un ejemplo del Olimpismo.
Esta prueba es una de semifondo donde hasta las últimos momentos de la misma los competidores realmente explotan su máxima velocidad. El grupo de competidores estaba a punto de comenzar su sprint final y Jewett se encontraba por delante de Amos, aproximadamente en tercer y cuarto lugar. El estadounidense golpeó su propia pantorrilla con su otra pierna, lo que le hizo perder el equilibrio y caer. Al momento que esto ocurría pareció golpear a su rival a la altura de la rodilla, quien al verlo frente a él y después del golpe, también cayó.
Automáticamente esto sentenciaba la prueba para ambos y eliminaba la posibilidad de acceder a la final. La incertidumbre giraba en torno a cuál sería la reacción de ambos, y los que la vieron se quedaron atónitos ante la actitud de ambos atletas. Sin mostrar molestia o enojo uno con el otro, ambos se ayudaron a levantarse y se pasaron el brazo por encima del hombro para correr los metros restantes abrazados. Terminaron a 54 segundos del ganador, pero ambos declararon que para entonces el tiempo ya no importaba y que el momento trascendía cualquier resultado.
Al ser entrevistados sobre qué ocurrió en el momento del accidente, Jewett declaró que Amos continuaba disculpándose mientras se veían, a lo que él respondió diciendo “Hombre, está bien. Son cosas que pasan”. Su tiempo final fue de dos minutos con 38 segundos, algo que profesionalmente supera los registros aceptables y por lo que muchos atletas hubieran optado por salir de la pista para anular su resultado. Pero Isaiah Jewett y Nijel Amos prefirieron dejar su huella en la historia pues más allá de con un resultado, quisieron dejar su huella en la historia del Olimpismo con un acto.
Autor: Sebastián Anaya